Un Día en la Ruta del Maíz con los Niños del Proyecto Pachachaca

La felicidad, a veces, se encuentra en lo más sencillo: conectar con la naturaleza y con las personas que nos rodean, día a día. Y, ¿qué mejor manera de hacerlo que montando bicicleta por el majestuoso Valle Sagrado de los Incas?

Nuestro querido amigo Pavel Marmanillo y su esposa lideran un hermoso proyecto de albergue en el corazón del Valle Sagrado. A través de su iniciativa, promueven la educación, el coaching y el empoderamiento de niños de escasos recursos y huérfanos, brindándoles un espacio de aprendizaje y esperanza.

Tuvimos el honor de ser invitados por ellos para ofrecer una experiencia diferente: un día de confraternización donde los niños pudieran disfrutar y conectar con la belleza natural del valle, montando bicicleta. Después de conversar y planificar juntos, identificamos la Ruta del Maíz como la opción ideal. Este recorrido de 20 kilómetros parte de Urubamba y culmina en el pintoresco pueblo de Ollantaytambo.

La víspera, nos preparamos con esmero: revisamos cada bicicleta para asegurarnos de que estuvieran en óptimas condiciones y las asignamos cuidadosamente según la talla de cada niño.

Al día siguiente, la emoción nos invadió al llegar al albergue y ser recibidos con sonrisas cálidas y ojos brillantes. Los niños vivían en una casa que nos dejó maravillados por su sencillez y encanto. Tras la bienvenida, nos dirigimos en vehículo hacia el punto de partida en Urubamba, donde comenzaría la aventura.

Al llegar, repartimos las bicicletas, cascos y guantes a cada niño, asegurando que estuvieran listos para un recorrido seguro. Junto a nuestros guías, emprendimos la travesía por la Ruta del Maíz. A cada pedaleo, la naturaleza nos envolvía: el sonido del río, el aire fresco y las majestuosas montañas que vigilan el valle hacían de este trayecto algo inolvidable.

Pero nada se comparó con la alegría reflejada en los rostros de los niños. Se retaban en carreras amistosas, compartían sus habilidades, conversaban y reían con entusiasmo. La mejor parte fue su motivación constante por llegar al final del recorrido. En cada parada, se animaban mutuamente, disfrutando del camino y la compañía.

Nos llena de satisfacción haber aportado un pequeño granito de arena a este proyecto tan valioso. Compartir este día sobre la bicicleta con los niños no solo fue una aventura, sino también una lección de alegría y esperanza. Nos regalaron momentos inolvidables, y esperamos volver pronto para vivir más experiencias como esta.